Todo vale, pero no todo tiene el mismo valor

Hace poco una amiga se extrañaba de que "sin sentido sobrenatural de la vida" hubiese gente que tuviese muchos hijos. Mi amiga, muy católica, no es capaz de entender que para considerar los hijos como un bien no hace falta convicciones religiosas, basta con ser sencillamente "humano".

También es suficiente con ser "humano" para entender que el derecho a la vida es superior al derecho a la libertad de decisión, para comprender que al negar la vida negamos todos los derechos, incluida la libertad, a ese hombre inocente.

Y –me preguntó- ¿se necesita ser jurista para entender que NO TODO LO QUE VALE TIENE EL MISMO VALOR?.

Es básico que las relaciones y vínculos humanos que reportan un bien para la sociedad deben gozar de la protección del Derecho. El matrimonio vivido bajo un compromiso de amor genera una estabilidad y solidaridad que desborda sus fronteras, primero afectando a la prole y después a la colectividad más inmediata.

Pero no entiendo que quienes rechazan el matrimonio y no quieren aceptar sus características pretendan disfrutar de las “ventajas” jurídicas del matrimonio. No es de razón que quien rechaza el compromiso y opta por relaciones ocasionales o de hecho pueda reclamar los efectos ventajosos con los que el Estado protege al matrimonio. ¿Por qué se va proteger esas relaciones y no las basadas en un amor fraterno o predilección cariñosa, al margen de la sexualidad?.

El fundamento de la protección jurídica del matrimonio se basa en el beneficio objetivo que la sociedad recibe de la institución y lo que justifica que el estado promueva (debiera promover) el matrimonio es su condición de vida estable, ordenado a la procreación y, por tanto, a la perpetuación de la especie, que desempeña una estratégica e insustituible función a la sociedad en cuanto su servicio a la vida que engendra permite la crianza, personalización y socialización de los hijos.

El matrimonio es un BIEN para la sociedad, y no se os ocurra preguntarme a qué tipo de matrimonio me refiero porque yo, que no he estudiado educación para la ciudadanía, solo reconozco como matrimonio la unión estable de hombre y mujer ordenada a la procreación, contraída en forma civil o religiosa, de la que derivan una serie de derechos y obligaciones que la sociedad está interesada en que se cumplan.

Para entender esto basta, creo, con ser sencillamente “humano” y no un autómata manipulado. María Jesús