TORRE DE BABEL

A veces pienso que me estoy haciendo vieja porque me da mucha pereza conocer gente nueva, pero este sábado descubrí que no es solo la edad sino que realmente cada vez es más difícil empatizar (para todos). La comunicación se vuelve más superficial porque no es fácil encontrar una base mínima común en lo esencial, un “sentir” la vida de igual modo.

El sábado fuimos de invitados a una fiesta y me tocó en suerte sentarme a lado de un chico de unos treinta años, dediqué todo lo que duró el primer plato a buscar un poco de sintonía …no sabía por qué, pero no era fácil. Intenté con temas sencillos: vinos, coches, viajes… pero todos los temas de conversación estaban teñidos de algo que no encajaba, la conversación no fluía. En el segundo plato descubrí que el que estaba sentado a su otro lado era su “novio”. Comprendí entonces que estábamos intentando comunicarnos en el último piso de la Torre de Babel y nuestras palabras no tenían el mismo contenido…Me hubiese gustado hablar pero no supe hasta donde tenía que retroceder para encontrar ese algo común. El chico me inspiraba cariño, ternura, yo mis ojos no eran escrutadores pero... hablabamos distinto idioma. Lo que me dio pena es que se notaba que quería construir una cultura de la nada, supongo que dentro de poco en el Congreso iran sentando las bases de esa nueva cultura, estableciendo lo verdadero y lo falso... pero por ahora me daba mucha pena su inseguridad, que quizá se debiera a que estaba seguro de que había perdido la dirección de la felicidad.