Aventura en el Polo Norte

Saliendo de casa de papa Noel (Rovaniemi) en dirección Sariselka la carretera desaparece y el autocar parece circular por una planicie blanca…

Con esta visión iniciabamos la tercera etapa de este viaje al Polo Norte en busca de Auroras Boreales.

Todo obedecía a un detalladísimo programa en el que conseguimos armonizar varios imposibles (vuelos low-cost, residencias de estudiantes, tarifas de grupo... ).

La cuarta etapa cayó en domingo,

Asistimos a una Misa Ortodoxa (a falta de culto católico) a las 10 de la mañana; cuando salimos era de noche cerrada y el termómetro marcaba -17º.

En la siguiente amanecimos en Ivalo donde los guías nos recordaron que la experiencia iba a ser un poco fuerte para los pequeños, (no se equivocaron), pero ésta era la última gran aventura y queríamos entregarnos a tope. Así que, una vez adevertidos, nos enfundamos en unos trajes para el frío extremo (parecíamos astronautas)... y pusimos rumbo al "eje polar".

Íbamos a entrar en otro mundo.

Éramos un total de 21 componentes de dos familias (la nuestra y la de uno de mis hermanos) pero con ocho motonieves fue suficiente (los peques se sentaron entre dos adultos para ir más protegidos y ahorrar sitio), otras dos motonieves para los guías (que marcarían la cabeza y la cola de la expedición).

Los guías nos advirtieron muy seriamente que no nos separasemos unos de otros más de 2 metros ya que de allí nadie vuelve sino es con un guía con GPS.

Y es que en las dos horas escasas de luz diurna compruebas que no existe horizonte, todo es de un blanco sin referencias, un espacio inmedible sin proporciones que no permite a la mente situarse... da sensación de ingravidez. Afortunadamente enseguida salen las estrellas.

Y de este modo arrancamos, mientras las temperaturas seguían bajando hasta un punto tan monstruoso que es peligroso descubrirse, incluso subirse “la escafandra”. La prueba fue ver el agua de un vaso tirado al aire que al caer se convirtió en hielo.

Casi imposible hacer fotos con aquellos guantes. A veces el cielo tan estrellado parecía un decorado de la “guerra de las galaxias”. El aislamiento que producía el equipo y el crujir de la nieve como único contacto con el exterior nos mantenía en una tensión constante.

En tierra de lapones, dormimos en cabañas y asistimos a una ceremonia ancestral “de sangre y fuego”.

No conseguimos hacer una foto decente, las máquinas digitales terminan perdiendo la capacidad de medición.

A la vuelta alguien advirtió el fracaso de la expedición ya que no vimos ninguna aurora boreal ... y era verdad, habíamos fracasado (¡que descuido!), pero el cupo de asombro estaba tan lleno que nadie lo había advertido.. Y aunque siempre queda una “última gran aventura” … no pienso volver.

¡Que alegre y luminosa es España!