jueves, 24 de noviembre de 2016

primer examen del Master

Instituto Juan Pablo II...... nace del amor que San Juan Pablo II profesaba al amor humano, siendo la enseñanza del amor humano uno de los temas centrales en que fundamentó su sacerdocio.
Ya desde su época de sacerdote acompañó a jóvenes novios y se dio cuenta de la necesidad de enseñar el amor y afirmar la vocación al matrimonio como una vocación a la santidad.
Para explicar la verdad sobre el hombre y sobre el matrimonio no es suficiente con la argumentación de la filosofía natural, hay que argumentar desde la antropología humanística. Sólo con Cristo entendemos quienes somos. Cristo está en la cruz con los brazos abiertos sin reservarse nada. Es necesario atender a la razón y a la Revelación.
San Juan Pablo II parte de cuatro experiencias originarias: La soledad original, la unidad original, la desnudez original y el pecado original.
Dios crea al hombre por amor, a su semejanza, el hombre es un “tu” para Dios. En sus orígenes el hombre está unido a Dios en armonía y paz en un estado de inocencia original. Pero el hombre, que domina todas las creaturas se siente solo porque no es igual a ellas. El pasaje del Génesis nos revela el asombro del hombre cuando Dios crea a la mujer y se siente atraído por ella, advierte que es semejante a él, carne de su carne y hueso de sus huesos, diferente pero complementaria, capaz de ser acogida y acogerle. Se trata de la experiencia de la unidad original, una vez superada la soledad originaria.
Desde el principio el hombre y la mujer son llamados al matrimonio: "Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" (Génesis 2,24) y reciben el mandato de crecer y multiplicarse.
 Somos creados para la unidad y en ese estado originario no advertían su desnudez porque en el plan de Dios no estaba la concupiscencia, que surge como consecuencia del pecado original que provoca la pérdida de la gracia originaria y  oscurece el corazón del hombre; cambia la mirada de los cuerpos, que pasa de la transparencia a la vergüenza; ofusca el sentido esponsal del cuerpo y lo convierte en objeto de dominio.
El hombre tiene que aprender a amar porque el pecado afecta a nuestra naturaleza (conciencia y libertad), pero  por sí solo no puede superar esta desintegración, tiene que abrazarse a Jesucristo, que al encarnarse asumió nuestra naturaleza y, en cierto modo se unió a todo hombre, y al ofrecer su cuerpo en la cruz por amor nos redimió y restableció el significado de la existencia humana.
Ese hombre histórico lo descubrimos en nosotros mismos, que hemos sido creados para amar pero nos es difícil entregarnos, tendemos a dominar, nos cuesta hacer el bien, necesitamos de la gracia y podemos restaurar el valor del cuerpo a través de la pureza porque el corazón del hombre ha sido redimido por Jesucristo. En este sentido la virtud da la castidad aparece como expresión del verdadero lenguaje del cuerpo humano y la integración de la persona humana.  Esta virtud lleva consigo amar bien, como conviene a un hombre, encauzar y regular la tendencia sexual según las exigencias peculiares de cada vocación. No tiene por objeto suprimir o anular nada que sea específicamente humano.

Para el cristiano la sexualidad es buena, siempre y cuando se realice de modo verdaderamente humano y como parte integral del amor. El desorden en el uso de la sexualidad destruye la capacidad de amar de las personas. La separación del sexo y procreación y del sexo y matrimonio, manipula y envilece la sexualidad.
La base de la reflexión es la completa verdad sobre la persona humana. La persona humana es un ser espiritual y corporal que existe bajo dos modos diversos y complementarios de encarnar la misma naturaleza humana. Ser hombre y ser mujer, son dos modos diversos y complementarios de ser idénticamente persona humana.
El hombre no se da a sí mismo su existencia, el Creador lo ha hecho semejante a él, lo ha dotado de espíritu. Pero cuerpo y espíritu no aparecen disociados en el hombre sino formando una unidad. Materia y forma se copertenecen. Los estados del alma tienen su expresión corporal y, a su vez, dependen, en cierta medida, de los procesos biológicos que los acompañan.  Cuerpo y espíritu tienen dinamismos distintos y potencias o modos de actuar diferentes. En la sexualidad, como dimensión que es de la persona humana están presentes los tres dinamismos: el dinamismo físico-psíquico (impulsos y pasiones) percibe la realidad en relación con la persona, a este dinamismo corresponde la dimensión erótica, que tiende a querer lo útil, necesario, placentero... El dinamismo espiritual (motivaciones y decisiones libres) es capaz de percibir lo abstracto, la realidad en sí misma y por sí misma, a este dinamismo corresponde la dimensión amorosa. La persona, que constituye una “unidad en el ser”, según hemos visto, debe también proceder como unidad en el obrar. Es preciso, por tanto, integrar la actividad humana y para que ello sea posible debe existir una jerarquía u orden entre las partes. La propiedad específica del espíritu es dominar lo no espiritual, el proceso de integración será una subordinación del dinamismo físico al psíquico y del psíquico al espiritual.
El acto físico y psíquico de unión sexual se subordina al acto espiritual de donación personal de los esposos, del cual pasará a ser expresión. La unión sexual debe ser, por tanto, una forma de intercomunicación personal, que tiene su cauce adecuado en el matrimonio, donde un varón y una mujer asumen el compromiso de entregarse y aceptarse recíprocamente de por vida en orden a los fines de ayuda mutua (unitivo), generación y educación de la prole (procreativo). La unión conyugal está en el SER de los esposos, pero su realización pertenece al obrar.
El significado de la sexualidad es la apertura a la donación, pero este significado y el carácter complementario de varón y mujer son verdades que se niegan en la actualidad desde distintos movimientos.
El feminismo radical, sobre todo en su versión marxista estableció como clases en confrontación la de los hombres y la de las mujeres y convirtió el feminismo en lucha contra el varón, al que entendió como culpable de la opresión de la mujer. Pero al atacar la masculinidad como camino de liberación de la mujer se pretendió la identificación con el hombre y se destruyó la feminidad porque el hombre y la mujer descubren su masculidad y feminidad precisamente en su relación con el otro sexo, se autonecesitan. 
El amor libre, la homosexualidad y la contracepción son comportamientos que contradicen el significado profundo de la sexualidad.  Ideología género......
En la sociedad actual hay un ataque brutal, sistemático y organizado contra el matrimonio y la familia porque es precisamente en la familia donde se forma la persona.
Sor Lucía advierte que la última batalla es contra el matrimonio y la familia.
Sólo se puede comprender la familia desde la vocación al amor, un amor de decisión porque el matrimonio y familia es una tarea de libertad personal.  El matrimonio es un sacramento que tiene como ideal de semejanza del amor de Cristo-Esposo e Iglesia-Esposa. El matrimonio es en sí una figura de esa misma relación.

San Juan Pablo II propone una visión integral del amor humano.
El hombre alberga en su corazón una sed de infinito. Se pregunta quién soy, de donde vengo y a dónde voy y experimenta un deseo de felicidad que sólo Dios es capaz de colmar, es un deseo natural que Dios ha puesto en el corazón del hombre para atraerle hacia Él..
La moral no es un conjunto de normas sino un eco de la llamada de Dios .
La felicidad sólo se logra trascendiéndola. Recibimos la vida como don y sólo cuando entregamos respondemos a nuestro ser esponsal.
En el matrimonio el bien del amado, su santidad, se convierten en el fin principal del otro.
La vocación al amor es lo que nos hace que seamos semejantes a Dios y que tendamos a Él.

La revelación reconoce dos modos de realizar ésta vocación al amor que se complementan: el matrimonio y la virginidad por el reino de los cielos, que es una vocación en la que la persona se entrega en su totalidad a Dios, aunque no es la vocación más común si la más sublime

4 comentarios:

  1. Este texto es complejo. Lo tengo que releer.
    Os leo muy aplicados

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  2. ¿De cuando son estas ideas? ¿Del pleistoceno?
    No me extraña que la juventud se espante,¡¡¡
    la madre que me pario!!!!

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  3. Gracias¡¡¡ Muy clarificador, es importante recordar la vocación a la que hemos sido llamados la mayoría (el matrimonio). Hay que leerselo despacio, eso sí. Muchos besos.

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