lunes, 9 de noviembre de 2015

LA IMPRONTA DE LA FAMILIA

“La educación familiar marca al individuo para toda la vida, confiriéndole una impronta (estructura mental y maduración afectiva) que condiciona todo su futuro desarrollo humano y cultural. El ambiente familiar determina en el individuo los procesos de su constitución personal y de su adaptación a la sociedad. Todo lo demás que se vaya añadiendo a la educación es simple aditamento” (Quintana)

En la familia se educa de forma espontánea a través de las relaciones interpersonales que se desarrollan entre los distintos miembros de la familia. Se comunica experiencialmente, instruyendo, socializando y moralizando constantemente.

El amor incondicional que preside las relaciones familiares constituye el ámbito adecuado para experimentar emociones, ensayando errores y fracasos.  La confianza que los hijos tienen al saberse queridos les permite actuar con sinceridad sin miedo al rechazo. En este marco de amor las situaciones problemáticas son una excelente oportunidad para que el niño aprenda a tolerar el malestar que provoca la frustración y a hacer frente a situaciones adversas.

La educación familiar es fundamentalmente informal,  pero debe ser  intencional.Sonia Rivas advierte que por desgracia muchos padres ofrecen una educación “a ciegas”, dado que “consideran que pueden confiar plenamente en sus instintos, sin tener en cuenta que pueden equivocarse y sin tener en cuenta la complejidad de la acción educativa”.


Etimológicamente educar -”educere”- significa sacar fuera, extraer, elevar. Se trata, pues, de perfeccionar las facultades del niño, proponer dificultades y ayudar a su superación.
 
Para ello los padres deben establecer de común acuerdo criterios educativos, responsabilidades, horarios, consensuar castigos y recompensas.

La falta de previsión y de coordinación dará lugar a pautas mutables que dependan del humor de los padres, de las tensiones entre ellos o de la presión del entorno. Esta mutabilidad dificulta es desarrollo del sentimiento de seguridad en los hijos, que necesitan aprender en los primeros años de vida que conductas son buenas o malas, convenientes o inconvenientes.

Establecer límites permite al niño discernir entre lo que está bien y lo que está mal y crear su propia escala de valores.


Se trata de que los hijos crezcan en libertad y autonomía interior, de forjar su personalidad. Para ello los límites tienen que ser compatibles  con permitir que el niño decida por si mismo en un ámbito cada vez mayor mayor y las normas tienen que ser entendidas, establecidas en beneficio del niño y de la comunidad familiar y coordinarse con los distintos grupos familiares en que se mueve el niño.

Dentro de estos grupos familiares cobra especial importancia el de los abuelos. Miman a los nietos y no imponen límites pero deben respetar los impuestos por los padres. Su posición de soporte emocional puede amortiguar la tensión, posibilitando que el “rebote” del adolescente frente a la autoridad de los padres quede dentro del campo de la familia., sirviendo de puente de unión entre padres e hijos.

Los estilos educativos se clasifican según el control y la exigencia y el grado de afecto y comunicación entre padres e hijos en cuatro grandes grupos: el coercitivo, el social integrativo o democrático, el permisivo y el contradictorio o negligente.

Tan perjudicial puede ser la sobreprotección como el abandono. Para educar es necesario dedicar tiempo al hijo para  conocerle y acompañarle para que adquiera, ayudarle a adqurir hábitos que le permitan poseerse a sí mismo en lo pequeño para afrontar retos mayores.

La educación es un proceso gradual de responsabilización de seres libres, que implica que los padres deben asumir el rol educativo que les corresponde, que es el de padres y no de amigos, enseñando a los hijos a hacer lo que deben y actuando en consecuencia, dejando un amplio margen de libertad pero acompañando a los hijos en las decisiones importantes y respondiendo a sus preguntas.
Advierte Sonia Rivas que la falta de respuesta a preguntas legítimas de los hijos so pretexto de  no adoctrinar o no crear prejuicios en los menores deja abandonados a los hijos a la aventura o permite que se anticipen otros agentes educativos (TV o amigos, por ejemplo) con menos remilgos y escrúpulos.

Aránega y Guitart aconsejan como pautas educativas:
. Se debería fomentar en los hijos todas las capacidades que poseen y no sólo las más destacadas;
. Se debería facilitar que los hijos pongan en práctica sus capacidades, dejando que se equivoquen y ayudándoles a buscar recursos para encontrar soluciones;
. Se debería establecer límites sobre sus actuaciones y

manifestaciones a partir de la reflexión;

. Se debería estimular a los hijos para que se propongan objetivos que han de conseguir y animarles a que los logren;
. Se debería manifestar a los hijos lo que nos gusta de ellos, manteniendo un equilibrio entre su reconocimiento y las alabanzas excesivas.

Por el contrario, se debe evitar:
. No aceptar las características personales de los hijos;
. Querer que los hijos sean como nosotros somos o fuimos;
. Decir a los hijos que son incapaces de hacer alguna cosa;
. Comparar las capacidades, habilidades, éxitos o incorrecciones de nuestros hijos con las de otros , valorando más las características de los demás que las de ellos;
. Consentir que los hijos realicen acciones incorrectas para evitar conflictos con ellos.
MARIA JESUS






2 comentarios:

  1. Ahí es ná, todo lo que has dicho. Ha veces es difícil educar por que tampoco se tienen claras las normas, ¿lo estaré haciendo bien?? ¿tendría que haber dicho esto o lo otro??¿¿debería de ceder?? Cuando hay un eje claro es menos doloroso tomar decisiones.

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    1. No hay padres perfectos. Aparte de que de los errores también se aprende, no hay nada más educativo que pedirle perdón a un hijo, cuando se ha metido la pata hasta dentro.

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