jueves, 18 de abril de 2013

"Los viajes de Pablo" I


Se aproximaban ya las 8.30 de la noche cuando, cabizbajos, nos dimos la vuelta por uno de los estrechos y solitarios caminos de tierra que bordean el volcán de Kilauea en Hawái Volcanes National Park. Era innegable que durante la última semana habíamos visto los espectáculos más extremos que la naturaleza puede ofrecer: desde ballenas de 20m sacudiendo nuestro barco con sus imponentes saltos, hasta la costa virgen de Napali Coast donde corrieron los dinosaurios de Jurassic Park, pasando por un gigantesco observatorio de estrellas en la cima del interminable Mauna Kea a casi 5,000m de altura, Sin embargo, se había frustrado nuestra esperanza de ver lava candente, nuestra mayor motivación para ir a Big Island. Nos dábamos por satisfechos con la estrecha columna de humo que habíamos visto a 2 km de distancia. Nos animábamos los unos a otros diciéndonos que era impresionante pensar lo que representaba esa columnita. Triste consuelo.
En estas discusiones estábamos cuando nos encontramos a un hippy sentado en la tierra, vendiendo media docena de pendientes de colores en una mantilla de medio metro cuadrado. Demasiados pendientes para tan pocos caminantes. En cuanto nos vio, salto del suelo y empezó a hablar atropelladamente. Perjuraba que esa misma noche la tierra se había abierto y decenas de ríos de lava fluían furiosamente al océano. Un amigo suyo disponía de un barco y estaba dispuesto a llevarnos si le dábamos en ese mismo momento $125 cada uno. En efectivo por supuesto. Soltamos una carcajada sincronizada y nos alejamos despidiéndonos lo más educadamente que pudimos, que no fue mucho. Apenas 15 segundos después uno de nosotros Eoltó el primer "Y si...". Los "y si"s y las dudas se multiplicaban:
- "Es una oportunidad única",
- ".SÍ, de que- te roben $125"
- "Me da igual. Prefiero comer solo pan lo que queda de semana. Yo voy a ir" - "Si él va yo también"
- "Hombre si nos roban a todos no me sabe tan mal..."
Nos apresuramos en volver sobre nuestros pasos y encontramos a nuestro hippy farfullando mientras recogía. Juntamos lo que habíamos reservado para el resto del viaje y se lo dimos. "Tenéis que estar a las 9:30h en unos baños amarillos en MacKenzie State Park, a 40km de distancia. Corred que va más gente y no va a esperar!"
Forzando el coche por encima de lo aconsejable por caminos sin asfaltar, llegamos al lugar acordado 5min antes de nuestra cita. La cosa pintaba mal: solo había una pareja de entrañables jubilados y, más importante, ni se veía el mar desde donde estábamos. "Hace falta mar para ir en barco", observo Carlos sabiamente. La anciana sugirió que quizás venían a buscarnos en una furgoneta para llevarnos a la lancha, pero media hora más tarde parecía muy improbable. Justo cuando ya estábamos despidiéndonos de nuestros recientes amigos se oyó un traqueteo esperanzador. Una furgoneta con medio hombre asomado por la ventana saludándonos efusivamente se acercó a nosotros. Sorprendentemente, remolcaba un barco con capacidad para 20 pasajeros a,! que subimos en tierra con una escalera de mano.
Al margen del extraño y temerario capitán, el resto de la historia la cuentan mejor las fotos. Dios bendiga a nuestro pequeño hippie del que tanto nos acordamos durante esos agobiantes 30minutos.       Pablo Roa 

4 comentarios:

  1. Genial! Una experiencia que no podíais perderos. El robo se olvida, pero lo que vivísteis no.
    Abrazos

    ResponderEliminar
  2. Y ahora a Hawai,yo de mayor quiero ser como vosotros.

    ResponderEliminar
  3. ¡Qué emocionante se lee todo!!
    A mí me gusta la aventura, pero no a ese nivel :) soy medio cobarde.

    ResponderEliminar
  4. Pues parece que al final conseguisteis lo que buscabais.... enhorabuena!!! espectacular viaje y muy buena narración, que 120$ mejor gastados. Un abrazo

    ResponderEliminar