Es muy difícil aconsejar a los matrimonios que viven situaciones de crisis. Yo tampoco voy sobrada con el mío propio. A veces me parece un milagro que mi barco no se haya hundido con la inmadurez e impericia con la que partíamos. Quizá anduve lista para achicar agua a tiempo, en cuanto empieza a formarse el charco.
Un matrimonio que cumplía sus bodas de oro comentaba en una entrevista que ellos habían tenido la suerte de vivir en una época en que lo que se estropeaba se arreglaba.
Puede que ahora las lavadoras, los frigoríficos, las planchas se tiren si el arreglo es costoso, el matrimonio no. Las personas no somos piezas desechables, sustituibles en cuanto falla el funcionamiento. Casi siempre es posible el arreglo, la cuestión, a veces, es estar atento al primer sonido chirriante.
Para que las cosas tengan arreglo hay que querer arreglarlas y sinceramente, hoy voluntad de arreglo hay poca.
ResponderEliminarLou
Cuánto me gustan estas reflexiones tuyas.
ResponderEliminarUn abrazo, Mª Jesús
Todo depende de los valores de cada uno. Hay quien se deja las uñas en el esfuerzo y quien culpa al otro y desaparece. Yo prefiero no tener donde usar las limas. Pero estas cosas dependen de dos.
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