MEDJUGORJE III

Si vais a Medjugorje teneis que subir a la Colina de las Apariciones - el Podbrdo- y al Kricevac. En el Podbrdo tuvieron lugar las primeras apariciones. Es un camino empinado, sobre todo al principio, de piedras grandes como veis en la foto. Lo que más me sorprendió de esta colina, jalonada por bajo-relieves en bronce de los misterios gozosos y dolorosos, es que es un lugar de oración desde el momento mismo en que comienza la subida. La imagen de la Virgen invita a rezar.

Mas dura es la subida al Krizevac. Desde el pie del monte hasta la cima hay bajo relieves con las catorce estaciones del Via Crucis a una distancia entre una y otra de un misterio rezado con calma. En la cima hay un último bajo-relieve que representa la Resurrección y una Cruz de 8 metros y medio que los parroquianos levantaron en 1934 para conmemorar el 1900 aniversario de la pasión y muerte del Señor. No creo que olvide esa subida en mucho tiempo, no porque fuera especialmente dura sino por las circunstancias que la roderon. Era la última noche en Medjugorje y aún no habíamos subido a la Cruz así que a las 12,30 salimos de la pensión con otra familia, eramos nueve y teníamos seis linternas pequeñitas y varios rosarios. Así armados comenzamos la subida, nuestro cicerone (el padre de la familia amiga) nos comentó que muchos peregrinos subían el monte descalzos como penitencia o súplica -ya me había dado cuenta de ello en el Podbdro-, pero además aquí era tradición subir con una piedra que se ofrecía al llegar a la Cruz. La piedra simboliza esos pecados que has ido arrastrando a lo largo de tu vida y de los que solo la Cruz de Cristo te puede liberar. Entre las bromitas de nuestros adolescentes que llenaban de piedras manos y bolsillos, cogí simbólicamente una piedra pequeña , yo solo quería liberarme del "yo" de mi misma (53 kilitos).

Ibamos a toda velocidad porque a la mañana siguiente emprendiamos la vuelta a las 6. Las piedras de aristas afiladas se me clavaban en las bambas, veíamos poco pero nadie se quejaba; el rezo solo se interrumpía por una palabra de saludo cuando nos cruzábamos con otros peregrinos que también rezaban. Aún faltaban cuatro estaciones cuando adelantamos a un joven muy alto y delgado, iba solo, descalzo y con una piedra enorme en sus manos. Su respiración era fatigosa y me conmovió. Avancé despacio unos minutos, alumbrando discretamente el camino, pero pronto le perdimos. Creo que quería subir a ciegas con el peso de sus pecados, iluminado sólo por la luna

que se situaba detrás de la Cruz. Cuando bajamos le volvimos a encontrar, ya le faltaba poco.

A las 2,30 regresábamos a la pensión felices. Nos encontramos con otros del grupo, unos iban a subir al Krizevac (supongo que no durmieron esa noche) y otros venían del Podbrdo, entre ellos una chica joven en silla de ruedas que con una sonrisa de oreja a oreja nos contaba su hazaña, ¿cómo es posible? -preguntamos- contestó con sencillez: "me han dicho que me dejara querer". No sé si estaba mas alegre ella los que la habían querido y subido a la colina.