viernes, 8 de mayo de 2009

ENFOCAR BIEN


Estoy un poco aburrida de quejas.
Se ha incorporado a la adultez una generación acostumbrada a satisfacer sus apetencias de forma inmediata, sin capacidad de renuncia y sufrimiento, con derecho a todo a cambio de nada o casi nada, que se angustia por todo y que enseguida se ve abocada a situaciones de ansiedad porque no encuentra trabajo, compañero, vivienda.... adecuado a sus expectativas. Es una lógica consecuencia del consumismo, de dar a los niños todo lo que quieren. Conseguir todo se ha convertido para ellos en un derecho que no se corresponde al esfuerzo y trabajo desempeñados .

No habló de nuestros hijos, a los mayores les hemos exigido mucho por mi carácter y porque entendemos que exigir es querer, pero me temo que vamos teniendo mentalidad de abuelos y estamos flojeando un poco con los dos pequeños.

Me gustó este texto que extraigo de la intervención de un ponente en un seminario sobre la fortaleza, virtud clave para remediar el letargo social en que nos encontramos.

Cuenta una leyenda que en la Edad Media,
un francés realizaba el camino de Santiago a caballo.
Al llegar a la altura de Miranda de Ebro
–en la esquina entre Burgos, Vitoria y Logroño–
observó a tres picapedreros que se afanaban en su trabajo.
Lo que le llamó la atención fue su actitud tan distinta,
aún realizando el mismo trabajo aparentemente.
El primer picapedrero maldecía,
mientras arrancaba los volúmenes de piedra
y los convertía en bloques simétricos.
El segundo hacía lo mismo,
aunque en silencio y concentrado.
El tercero, canturreaba alegremente.
Paró el caballo y observó,
intentando comprender por qué
cada uno actuaba de forma tan diferente,
cuando todos realizaban la misma función.
Más tarde, después de examinar con atención sus movimientos
y al no haber encontrado la razón de sus distintas conductas,
se acercó y les preguntó a cada uno:
“¿Qué es lo que hace?”
El primer picapedrero le respondió malhumorado:
“¿Es que no lo ve?
Pico piedras del alba a la noche,
por un sueldo miserable…”.
Y siguió maldiciendo su mala suerte.
El segundo picapedrero,
se quedó mudo al ser interpelado.
Miró al francés de arriba abajo.
Luego, en un murmullo contestó:
“Pico piedras y les doy la forma cúbica necesaria,
con el escoplo, el cincel y el martillo”.
Sus palabras iban subiendo el volumen
y terminaron sonando orgullosas.
Sin más, siguió dedicado a su trabajo
con la meticulosidad de un relojero.
El tercer picapedrero,
le recibió con una amplia sonrisa.
Al ser preguntado,
interrumpió su tonadilla y respondió alegremente:
“Hago... la catedral de Burgos”.

14 comentarios:

  1. Que fantastica manera de reflejar las diversas conductas del ser humano y cómo el que es feliz haciendo lo que hace se siente el rey del mundo.
    Un beso

    ResponderEliminar
  2. No es solo como eduquen los padres, es el ambiente en el que se desenvuelven. Yo cuantos mas hijos adolescentes tengo, mas beata me vuelvo. LLega un momento en que lo unico que puedes hacer por ellos es rezar.

    Pero , al final, todo vuelve a su sitio

    ResponderEliminar
  3. chiquiiiiiiiiiiilla (como diría carmen sevilla) cómo me vienes hoy de quejumbrosa. sé que no te sirve de consuelo pero yo estoy hasta los pelos. Pero claro, no me da la gana quedarme en lo malo y me dedico avolver la tortilla como el de la catedral de burgos.
    Buen finde tesoro

    ResponderEliminar
  4. Qué buena respuesta. Claro, con esa óptica todo se ve bien.

    Coincido contigo en tu analisis.

    Besos.

    ResponderEliminar
  5. Uff, sin comentarios...
    Ya sabes que estas entradas con moraleja son mis preferidas y hoy me has regalado una que guardaré entre mis retazos con muchísimo cariño.
    Buenísimo post.
    Totalmente de acuerdo.
    Besos

    ResponderEliminar
  6. Ánimo Maria Jesús!!!
    ¿Cómo va lo de actualizar mi nueva dirección de wordpress?

    ResponderEliminar
  7. Estoy de acuerdo contigo.
    Me gusta mucho la reflexion que nos deja.

    Besos.

    ResponderEliminar
  8. Yo, que creo que estoy en una (como dicen los políticos) "horquilla" entre hacerme maduro del todo y la última juventud (Dios mío, me ha sonado fatal al escribirlo) pienso igual que tú, María Jesús. Tarde o temprano recogeremos los frutos de estos lodos que hemos ido sembrando en los adolescentes: ese no tener que estudiar, ese tener sólo derechos y no deberes, ese divertirse por encima de todo... El problema es que los que han empezado a sembrar ésto no estarán aquí para comprobar el daño que han estado haciendo..., así que nos tocará a nosotros tratar de enderezar el rumbo. Como dice Carlos Goñi en una canción: "Cuando el mar se muestra en calma todos somos capitanes, pero cuando se agiganta nadie se agarra al timón"...

    ResponderEliminar
  9. Buen post.

    Permite que me quede con las últimas palabras del 3er picapedrero. El dice que hacía la catedral de Burgos y, en parte, así era. Y lo admiro porque a veces, Mª Jesús, los que nos hemos visto (y aún) como eternos adolescentes, pensamos que no hemos hecho nada en el pasado, pero, posiblemente, si el análisis es más fidedigno, hemos hecho bastante.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  10. Encuentro la historia fantástica. ¡Cómo cambian las cosas cuando nuestra actitud es positiva y entusiasta!

    ResponderEliminar
  11. Preciosa historia, me ha encantado con muchísimo que extraer, y digo yo, ¿a que dependiendo del momento podemos estar en alguno de los tres casos? No sé, al menos a mí me pasa.

    Besos desde Cádiz.

    ResponderEliminar
  12. Mª Jesús, que genial la historia! Ahora mismo la copio y la guardo en mis preferidas.

    Es un tema que me tiene bastante obsesionada ultimamente, estoy convencida de que no he sabido trasmitírselo a mi hijo y me culpo por ello porque es sin lugar a dudas una de las mejores herencias que podría dejarle. Aún estoy a tiempo asi que ahí sigo, luchando por que interiorice el valor del esfuerzo... que Dios me ayude!!

    El caso contrario lo tengo en una amiga íntima, es exáctamente como el último picapedrero de tu historia, y me hace TANTO bien, me tiene encantada esa predisposición positiva suya, es un ejemplo fantástico y disfruto muchísimo aprendiendo de ella e imitándola.

    un beso y gracias, siempre salgo de esta casa sintiendome mejor que cuando llego!!

    ResponderEliminar
  13. Genial, María Jesús: tu catedral va a ganar a todas, cuando la hayas terminado acuérdate de rezar por mí que estaré en otra dimensión.
    Seguro que te echo una miradita por alguna vidriera de colores.

    Y haz caso a tu homónima, no somos sólo los padres, pero al final se construye la catedral
    Besitos

    ResponderEliminar
  14. Muy buena anécdota y muy adecuada al caso.

    Cuando yo era pequeña mis padres trabajaban todo el día. A partir de los 12 años empecé a ocuparme de la casa y de mi hermano, 8 años más pequeño que yo. Aprendí a cocinar, barrer, fregar, tender, planchar... todo lo referente a las tareas del hogar. Además de eso, hacía los recados, hacía los deberes y estudiaba para sacar las mejores notas de la clase. Casi nunca podía salir con mis amigas y fue casi un milagro que me echara novio, ya que pasaba muy poco tiempo en la calle.

    Con el tiempo no digo que me alegre de haber pasado por ahí, más bien tengo cierto resquemor por no haber disfrutado de mi adolescencia, sin embargo, he llegado a madurar y a comprender las cosas antes que mis compañeras de generación, y eso también ha jugado en mi favor en muchas ocasiones.

    Besos

    ResponderEliminar