viernes, 29 de febrero de 2008

LA BELLEZA

Me ha impactado hasta decir basta el artículo de Jean Guitton sobre la Belleza. Entiende Jean G. que «…no hay idea más estúpida que poner a la belleza en singular, como si hubiese un único género de belleza o si ésta fuera de exclusiva propiedad de la efervescencia juvenil. Y más aún creer que conservar un rostro joven es el único índice de hermosura» …. « la luz del rostro, su fosforescencia, su irradiación, en lugar de venir [...] de la apariencia, proceden de la naturaleza íntima de las experiencias aceptadas, de la indulgencia, del amor verdadero, del reposo».

En el matrimonio, cualquier marido medianamente cultivado aprende a advertir que la auténtica belleza es algo que implica a toda la persona y que surge del interior: la belleza humana, como todo lo humano, es algo que va de dentro a fuera. Ciertamente, la maternidad reiterada puede acabar por «romper las proporciones materiales» que determinados manipuladores de cánones de belleza femenina quieren imponernos. Pero el más torpe de los maridos advierte el hondo esplendor que esos cambios llevan consigo; reconoce que su mujer, precisamente como madre es más hermosa e incluso sexualmente más atractiva que quienes se pavonean con un remedo infrahumano de belleza, reducida a centímetros y contornos. A poca sensibilidad que posea, el marido descubre embelesado, en ese cuerpo que le cautiva, el paso de su propio amor de esposo y padre, la huella de los hijos que tal cariño ha engendrado, la tarjeta de visita del Amor infinito de todo un Dios creador, que les demostró su confianza al dar vida y hacer desarrollarse en el seno de la esposa a cada una de esas criaturas.

Hay, por tanto, más belleza real y efectiva en la mujer ataviada con el privilegio de la maternidad. Y deben ser ellas las primeras en conformarse con gustar a su marido. Y, sobre todo con el correr del tiempo, no pretendan «gustarse a sí mismas» son sus críticas más feroces ni admitan comparaciones con sus amigas o con otras personas de su mismo sexo y mucho menos con las más jóvenes. Que crean a pies juntillas, sin el más mínimo recelo, a sus esposos cuando éstos les digan que están muy guapas. Primero, porque es verdad. Y, después, porque la duda manifestaría una falta real de donación. Toda mujer entregada esposa y madre debe tener la convicción, firme e inamovible, de que incrementa su belleza radicalmente humana en la exacta medida en que va haciendo más actual y operativa la donación a su esposo y a sus hijos. El amor, en fin de cuentas, es la causa primera de la hermosura.

2 comentarios:

  1. Qué pena que muchos hombres no piensen como tú, Luis, ni muchas mujeres.

    Gracias por tus palabras.

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  2. Quiza tarde para comentar, pero me gustó mucho tu post. Si no te molesta voy a poner una liga para acá en mi blog.

    Saludos desde México.

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