Mi padre me
ha pedido que escriba algo acerca de los animales y su dignidad. Pero me da a
mi en la nariz que a el le importa bastante poco el asunto en si, si no más
bien expresar el mensaje oculto, porque me temo que ha caído en la trampa de
quienes se la tendían. Pero no es muy preocupante, porque la trampa no surtirá
efecto.
Está
acostumbrado, como lo estamos todos en casa, a leer a ese tipo de escritores
como Chesterton, a los qué solo se les entiende cuando de antemano ya se sabe
lo que quieren decir. A esa clase de personas que no intentan crear nada nuevo
aunque tengan suficientes capacidades para ello. Al contrario; han encontrado
una verdad que se extiende a lo largo de un tiempo sin límite y cogen el relevo
de su revelación. Es un conocimiento heredado entre suspiros, incluso antes de
haber nacido. Trasmitido de generación en generación a través de los
intersticios de la debilidades humanas. Una verdad terrible. Un sufrimiento
hermoso. Una verdad contada una y otra y otra vez que por su infinitud siempre
se nos antoja nueva.
Es por eso
que los más novedosos ataques hacia la dignidad humana son solo una ligera
molestia para él: ni siquiera los entiende.
Cuando se
habla de dignidad hay que hablar también de la ética. Y si bien se puede decir
sin mucho cuidado que la ética es el estudio de las acciones humanas en cuando
su valor moral (bueno o malo), no me arriesgaré a decir nada acerca la
dignidad. La dignidad es un constructo, y diga lo que diga me lo podrán echar
por tierra; asi que me limitaré a poner un ejemplo que he comprobado en varios
idiomas.
Cuando he
preguntado a algunas personas „qué es para ti la dignidad“ (o „Was ist die
Würde für dich?“ hablando con alemanes), a pesar de las diferencias culturales,
muchas personas describen automáticamente la imagen de una anciana con
dificultad y dolores para andar, que tras una vida de lucha aún sonríe a los
más jóvenes, en un intento sucinto de alargar su inocencia. La dignidad es una
de esas maravillas que nos superan hasta tal punto que nadie puede la describir
pero que cualquiera puede señalar. Una de las maneras de hacer libres a los
seres humanos fue regalarnos cosas tan asombrosas y hacernos a nosotros tan
limitados que pudiésemos rechazarlas con el pretexto de que las veamos
imposibles.
Bien;
volvamos a la anciana sonriente: Esta mujer sonríe por alguna razón. A pesar de
la vida, que al parecer nunca ha sido fácil para nadie, y a pesar de los
errores, de los que tampoco nadie está exento, esta mujer sonríe. Este punto es
del todo importante, porque hasta me arriesgaría a decir que si esta mujer no
hubiera pasado por esas dificultades ni hubiese cometido esos errores, la
anciana no podría sonreír de esta manera. El motivo subyacente es tan simple como que no se puede tener fe (en lo que sea) sin tener al mismo tiempo dudas,
ya que es necesario hacerse las preguntas para encontrar las respuestas. Y es
por esa razón que muchas veces sucede que cuanto más profundas las dudas, más
arraigada la fe. Y es exactamente así como funciona también el aprender a
aceptarse a uno mismo: para a aceptarse primero hay que empezar por el punto en
el que no te aceptas, ya que si no el proceso de aprender a „aceptarse“ no
tendría punto de partida, y para eso primero hay que haberse conocido. Haberse
conocido de verdad, en la desnudez del corazón y en la fragilidad del alma. Ese
momento en que te haces consciente de las repercusiones de tus actos, e incluso
puedes llegar a despreciarte por la persona que eres o aquello que hiciste.
El lado
opuesto a esto es que una vez que sabes que tus actos tienen consecuencias y
sabiendo que eres libre para actuar, decides darle un rumbo u otro a tu vida,
de tal manera que incluso aunque todo el mundo se derrumbe a tu alrededor tu
sabes porqué hiciste lo que hiciste, y más allá de tus caídas, no será el mundo
a tu alrededor, si no tu conciencia y el recuerdo de tu pasado lo que te
consuele o lo que te atormente.
Por eso esta
mujer sonríe, porque decidió libre y conscientemente y a día de hoy la libertad
es la base de su día a día.
La niña
sufrió. La mujer luchó. La anciana se perdonó. Esto es algo que no podría
decirse de ningun animal.
No hablo de
animales intencionadamente ni de su dignidad, porque no hay absolutamente nada
que decir. Una de las definiciones de dignidad es „respeto debido“, y en
concreto la dignidad humana es el respeto debido al ser humano por su capacidad
de razonar (y de decidir sobre sus actos, conociendo sus consecuencias).
Entendiendo la dignidad así, es absurdo intentar negarla a través de la razón, pues sería
intentar negar la razón razonando, lo que es, desde un punto de vista
completamente racional, ilógico, y desde un punto de vista algo más personal,
gilipollesco.
Hablar de la
dignidad animal es entonces absurdo, ya que estos no tienen semejante
capacidad, lo que por otra parte no implica que hacer daño a un animal no sea
indigno. Hacer daño a un animal por placer conculca la dignidad; pero no de la
dignidad animal, si no de la humana, al ser el ser humano consciente como es
del daño que hace. FRANCISCO ROA PRIETO (...se ha hecho mayor)
Hacer daño a un animal por placer es indigno.
ResponderEliminarPero la dignidad humana radica en ser humanos, sin más. Ha veces las personas por enfermedad o edad han perdido su capacidad para razonar o aun no la han alcanzado, eso no los hacen indignos o incluso actuar de forma vergonzante note despoja completamente de tu dignidad, motivo por el que yo estoy en contra de la pena de muerte, por que incluso habiendo sopesado los crímenes mas horribles midiendo las consecuencias de tus actos ( terrorismo como ejemplo).
La dignidad humana radica en ser humanos.
La foto es genial.
EliminarHola Mori, gracias por tu aclaración. Acostumbro a hablar en general y eso lo hace a veces ambiguo.
EliminarYa dije que no estoy intentando definir nada (esa "definición" ni es mia ni está completa). La idea es mostrar lo absurdo de hablar de la dignidad animal.
Aunque si que es verdad que se puede malinterpretar... Decir que el ser humano es digno por su razón no es lo mismo que decir que si una persona no razona no es digno, o que no lo sea por como razona. Si fuese así, toda persona dejaría de ser digna mientras duerme, pues no está razonando, y tendría que estar en todo momento razonando para no perder su dignidad.